Se sabe por experiencia que los niños distinguen en primer lugar las formas, y después los colores. Cuando un bebé nace sólo distingue los contrastes entre los colores, es decir lo claro contra lo oscuro. Su cerebro parece no haber aprendido aún a diferenciar tal cantidad de matices.
Con el tiempo, y cuando ya diferencian bien el blanco del negro, como colores extremos que representan lo claro y lo oscuro, empiezan a distinguir también las formas .Y es más tarde cuando ya distinguen principalmente los colores más brillantes y esenciales como el rojo, amarillo, verde y azul.
Si a un niño de unos dos años se le enseñan grupos de colores, éste los irá asimilando. Si además se le amplía la gama, enseñándole diferentes tonos y matices, también aprende a diferenciarlos rápidamente. A más entrenamiento más refinamiento y memoria para distinguir todos los matices cromáticos.
La enseñanza de los colores siempre está presente en el Nivel Inicial. En el caso de los descubrimiento empírico de las relaciones de los colores entre sí mediante ejercicios interesantes.
No se trata de que aprender las teorías sobre el color. El objetivo es la experimentación, el color es el medio de expresión propio de las artes plásticas, actividad que los niños disfrutan mucho.
Por esta razón, es un inmenso campo de exploración visual. Al ser estimulantes, los colores despiertan el interés de los pequeños, que tienen sus preferencias: a unos les gusta el rojo, a otros, el amarillo... El niño con problemas familiares o de salud lo expresa a través del gris, del marrón o del negro; y esto los maestros lo sabemos muy bien.